José Ruiz Quesada
Cuando aún el aire del gélido invierno golpea nuestro rostro y se respira el aroma de las delicias navideñas, la nueva fragancia del año que comienza llena nuestros pulmones y el tañido lejano de los primeros ensayos de las bandas despierta nuestros sentidos, es cuando comienza la centenaria y devota Novena a Nuestro Padre Jesús Nazareno también Llamado de las Aguas y Señor de Úbeda, de la Cofradía del mismo nombre, otrosí citada Cofradía del Paso.
Todo se prepara con solemnidad para el gran acontecimiento, la Fiesta Principal en honor al Dulcísimo Nombre de Jesús... Fiesta, comunión, recordatorios y encuentros. La Fiesta Principal -como conclusión del Novenario- del Dulce Nombre de Jesús es anhelada por todos los hermanos, allí en el Templo, se juntarán con los devotos de Jesús -que son todo un pueblo-. La Iglesia se hace pequeña para las miles de personas concentradas por una devoción y veneración hacía Jesús, siempre Jesús, Señor de Úbeda, Jesús del Paso...
Y al llegar el Viernes Santo... Cuantas súplicas, cuantas emociones y cuantos sentimientos se expresan en la madrugada morada, cuantas lágrimas son derramadas al contemplar el bello rostro de Jesús cruzando el umbral de la Consolada, tantas y tantas como notas del legendario Miserere suenan en la fría mañana, tantas y tantas como estrellas iluminan la cripta de la Plaza de Vázquez de Molina y de paso el sin par y divino rostro del Nazareno... El silencio matinal roto por las lúgubres notas del Miserere, que junto al olor de azahar e incienso, son una mezcla que eclosiona cuando aparece Jesús por el intradós de la Consolada... “Estampa sublime en la madrugada morada ubetense”. Todos los años igual y todos los años diferente....
Silencio, la madrugada comienza y nuestra espera llega a su fin...
...“Silencio, el cornetín toca silencio, tres palmadas en la puerta retumban en los oídos de los cofrades, silencio de nuevo..., ansiedad, estremecimiento, emoción contenida; la Consolada se abre y lentamente un rayo de esperanza aparece, es Jesús quien aparece, silencio..., silencio roto por el sonido de las notas del fúnebre y melancólico Miserere... Lamentos, corros de penitentes morados y más lamentos, silencio, que comienza el lento cortejo un año más... Silencio, lamentos e incienso, incienso y azahar..., silencio que está pasando Jesús”...
Todas las calles y callejuelas que fluyen a Santa María llenas de hermanos y hermanas, todos vestidos con su rancio atuendo morado, son como dice Miguel Pasquau “un río que nos lleva” y yo añado “un río que nos lleva al mar”; mar, que es la vetusta Plaza de Santa María. Plaza llena de encanto primaveral... Sólo el sonido de la centenaria campanilla rompe el silencio en el lento caminar del río que nos lleva al mar, ese tañido peculiar y único asciende hasta despertar a los vencejos que intentan iniciar el vuelo. El mar o la ancestral Plaza Vázquez de Molina acoge el agua de todos sus hijos y la bóveda azul que se cierne alrededor de la misma son testigos del drama que allí se respira, un silencio acompaña a los corazones rotos, allí se reza en silencio, allí se pide por las enfermedades, allí el hombre pierde su vanidad, y su vanagloria se transforma en humildad y sencillez bajo el capuz de penitencia, el hombre bajo el capuz es un hombre solitario, es un hombre pecador arrepentido..., y su soledad buscada, sola está acompañada de su propia conciencia, y esta le juzga a sí mismo, el anonimato es signo de arrepentimiento..., sólo él con Jesús.
Mientras las lúgubres y tétricas notas del Miserere siguen aromatizando la Plaza de Santa María, los ojos enrojecidos miran alborozados a Jesús, le miran como si de la primera vez se tratara, miran a su Jesús de toda la vida, al Señor de las Aguas, al Señor de Úbeda, miran al Señor del Paso y le piden por todas sus necesidades, por todas las enfermedades, le piden por sus familias, por su trabajo, por sus hijos... Jesús, que las injusticias desaparezcan y que reine la paz... Jesús vela por la salud de todos nosotros, y danos trabajo y paz..., peticiones que son reiteradas año tras año... Siempre igual y siempre diferente...
Esta, es la maravillosa “estampa sublime en la madrugada morada ubetense”... Bella estampa llena de emociones y sentimientos... Y, Jesús, nos seguirá citando un año más... Siempre igual y siempre diferente.
Cuando aún el aire del gélido invierno golpea nuestro rostro y se respira el aroma de las delicias navideñas, la nueva fragancia del año que comienza llena nuestros pulmones y el tañido lejano de los primeros ensayos de las bandas despierta nuestros sentidos, es cuando comienza la centenaria y devota Novena a Nuestro Padre Jesús Nazareno también Llamado de las Aguas y Señor de Úbeda, de la Cofradía del mismo nombre, otrosí citada Cofradía del Paso.
Todo se prepara con solemnidad para el gran acontecimiento, la Fiesta Principal en honor al Dulcísimo Nombre de Jesús... Fiesta, comunión, recordatorios y encuentros. La Fiesta Principal -como conclusión del Novenario- del Dulce Nombre de Jesús es anhelada por todos los hermanos, allí en el Templo, se juntarán con los devotos de Jesús -que son todo un pueblo-. La Iglesia se hace pequeña para las miles de personas concentradas por una devoción y veneración hacía Jesús, siempre Jesús, Señor de Úbeda, Jesús del Paso...
Y al llegar el Viernes Santo... Cuantas súplicas, cuantas emociones y cuantos sentimientos se expresan en la madrugada morada, cuantas lágrimas son derramadas al contemplar el bello rostro de Jesús cruzando el umbral de la Consolada, tantas y tantas como notas del legendario Miserere suenan en la fría mañana, tantas y tantas como estrellas iluminan la cripta de la Plaza de Vázquez de Molina y de paso el sin par y divino rostro del Nazareno... El silencio matinal roto por las lúgubres notas del Miserere, que junto al olor de azahar e incienso, son una mezcla que eclosiona cuando aparece Jesús por el intradós de la Consolada... “Estampa sublime en la madrugada morada ubetense”. Todos los años igual y todos los años diferente....
Silencio, la madrugada comienza y nuestra espera llega a su fin...
...“Silencio, el cornetín toca silencio, tres palmadas en la puerta retumban en los oídos de los cofrades, silencio de nuevo..., ansiedad, estremecimiento, emoción contenida; la Consolada se abre y lentamente un rayo de esperanza aparece, es Jesús quien aparece, silencio..., silencio roto por el sonido de las notas del fúnebre y melancólico Miserere... Lamentos, corros de penitentes morados y más lamentos, silencio, que comienza el lento cortejo un año más... Silencio, lamentos e incienso, incienso y azahar..., silencio que está pasando Jesús”...
Todas las calles y callejuelas que fluyen a Santa María llenas de hermanos y hermanas, todos vestidos con su rancio atuendo morado, son como dice Miguel Pasquau “un río que nos lleva” y yo añado “un río que nos lleva al mar”; mar, que es la vetusta Plaza de Santa María. Plaza llena de encanto primaveral... Sólo el sonido de la centenaria campanilla rompe el silencio en el lento caminar del río que nos lleva al mar, ese tañido peculiar y único asciende hasta despertar a los vencejos que intentan iniciar el vuelo. El mar o la ancestral Plaza Vázquez de Molina acoge el agua de todos sus hijos y la bóveda azul que se cierne alrededor de la misma son testigos del drama que allí se respira, un silencio acompaña a los corazones rotos, allí se reza en silencio, allí se pide por las enfermedades, allí el hombre pierde su vanidad, y su vanagloria se transforma en humildad y sencillez bajo el capuz de penitencia, el hombre bajo el capuz es un hombre solitario, es un hombre pecador arrepentido..., y su soledad buscada, sola está acompañada de su propia conciencia, y esta le juzga a sí mismo, el anonimato es signo de arrepentimiento..., sólo él con Jesús.
Mientras las lúgubres y tétricas notas del Miserere siguen aromatizando la Plaza de Santa María, los ojos enrojecidos miran alborozados a Jesús, le miran como si de la primera vez se tratara, miran a su Jesús de toda la vida, al Señor de las Aguas, al Señor de Úbeda, miran al Señor del Paso y le piden por todas sus necesidades, por todas las enfermedades, le piden por sus familias, por su trabajo, por sus hijos... Jesús, que las injusticias desaparezcan y que reine la paz... Jesús vela por la salud de todos nosotros, y danos trabajo y paz..., peticiones que son reiteradas año tras año... Siempre igual y siempre diferente...
Esta, es la maravillosa “estampa sublime en la madrugada morada ubetense”... Bella estampa llena de emociones y sentimientos... Y, Jesús, nos seguirá citando un año más... Siempre igual y siempre diferente.
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