José Ruiz Quesada
Ahora que se cumple más de un año de la muerte de nuestro amigo Juan, quiero escribir unas líneas como homenaje y en recuerdo de mi amistad con él.
La tarde del 24 de febrero del año 2007 fui a su establecimiento -cafetería Acebuche- a recordarle el encargo de los mil puritos americanos para el Viernes Santo, allí me lo encontré y estuvimos hablando de nuestras cosas en común y ¿cómo? no, de la Semana Santa y de los últimos movimientos cofradieros, lo que le gustaba y lo que no le estaba gustando de las últimas innovaciones cofradieras; estaríamos más de media hora de charla amena y cuando me marché, llegó su hermano y se quedaron hablando de temas de su negocio. ¡Quién! me iba a decir, que sería la última vez que lo vería con vida, pues la tarde del día siguiente se lo llevó el Señor... Fatal día, para su familia, para su Hermandad y para la Semana Santa de Úbeda...
La mañana del siguiente -funesto- día me encontré con el Hermano Mayor de la cofradía de la Soledad, mi buen amigo Juan Moreno, y después de nuestro saludo correspondiente, me dice: ¡Pepe!, ¿sabes quién se ha muerto?, ¡Juan Vico!;... Me quedé de piedra, no me lo podía creer; le dije, ¿Juan?, ¿el de Acebuche?, me contestó: ¡el mismo!. Repito, no me podía creer. Le dije: es imposible, pero si ayer tarde, -como quien dice- estuve hablando con él, cuando fui a recordarle el encargo de los mencionados puritos americanos para los “niños de Jesús” del próximo Viernes Santo... Así es Pepe, una desgracia, en fin, es nuestro destino...Entristecido por la noticia seguí mi camino -cabizbajo y apenado por la noticia- para la escuela, pues ese día precisamente fui andando a la misma, -por estar el coche en el taller- y cuando salí sobre las doce horas y treinta minutos, lo primero que hice fue ir al tanatorio y allí lo vi, su cuerpo inerte y vestido con la túnica de la Soledad, y colgadas del cuello las dos medallas de la cofradía, una normal de cofrade y la otra, la medalla de oro de la cofradía que le fue impuesta por sus más de veinticinco años de trompetero. Al verme su hermano nos abrazamos y me dijo: ¡Pepe!, ¿quién? iba a decirlo después de estar hablando el otro día...
Decirles que Juan ingresó en la hermandad el 20 de marzo del año de 1976, tenía el número 99 y está enterrado en el mismo nicho de la Soledad junto a su padre.
El foro de Cruz de Guía se llenó de epítetos y llamadas, de pésames, y de recuerdos. Yo mismo, que llevaba mucho tiempo sin escribir (y que desde entonces no he escrito), a través del correo electrónico, te recordé y les di mi más sentido pésame a tu mujer y a tus hermanos.
Juan era un hombre que amaba su pueblo, sus raíces y sus tradiciones y en especial su Semana Santa, él, sin saber de música, como me comentaba, se compró una trompeta de pistones y tocaba de oído, ¿cuántas veces, lo hemos visto tocando la marcha a su Virgen de la Soledad?... Allí estará tocándole bonitas melodías a la mismísima Madre, junto a los ángeles y serafines, y junto a sus familiares y amigos estará contemplando nuestras procesiones, a todos, les contará las escalofriantes y emotivas subidas por la Merced a la reina de San Millán .
Les contaré que siendo yo Hermano Mayor de la cofradía de la Buena Muerte, él que entonces era hermano de ella, salió tocando el “silencio” a la salida del Cristo, así estuvo varios años... Juan por aquellas fechas regentaba el bar de la Casa de Cofradías, y desde allí llamaba a Radio Úbeda al programa de “saber de Semana Santa”, varios años se llevó el premio que otorgaba la Radio... Un “forofo” de su Semana Santa.
Buen cofrade, buena persona y aunque no era hombre de misas diarias, a su Virgen siempre que podía la visitaba; repito era amante de la Semana Santa y en especial sentía una gran devoción por Jesús Nazareno -como a mí me decía. ¿Pepe!, aunque yo no pertenezco a Jesús, pero para mí es el Patriarca de Úbeda y le tengo una devoción grandísima- y por su Virgen, ¡la Virgen de la Soledad!.. ¿Cómo le echamos de menos?
La Cofradía de la Columna organizadora de la concentración de Bandas de cabecera -las de toda la vida- de este año 2007, le tributó un homenaje y su hermano recibió un pergamino en la misma Plaza de Toros -entrega que realizó su actual Hermano Mayor don Antonio Latorre-.
“Juan desde estas páginas de la revista ¡JESÚS!, te mando un saludo allí donde estés, aunque sé que estarás durmiendo el sueño de los justos. Te diré que el año que nos dejaste -fatídico 2007-, para irte a tocar a la mismísima Madre, no salió tu Virgen querida, y ¿sabes porqué?; porque no quería que nadie le tocara tu marcha -en tu ausencia-. Pero, te diré más, ¡Ni salió tu Soledad del alma, ni salió Jesús, -al que tanta fe le tenías-!, amén de todas las cofradías del Jueves y Viernes Santo...Un desastre total, el Viernes Santo fue un día sombrío y apenado; además, la General tampoco salió y el magnífico teatro plástico de la Plaza de Santa María quedó vacío, fue una noche solitaria y triste... Amigo Juan un año para olvidar”.
Con mi recuerdo y mi amistad, saludo a todos los cofrades de la Soledad desde esta ventana.
Ahora que se cumple más de un año de la muerte de nuestro amigo Juan, quiero escribir unas líneas como homenaje y en recuerdo de mi amistad con él.
La tarde del 24 de febrero del año 2007 fui a su establecimiento -cafetería Acebuche- a recordarle el encargo de los mil puritos americanos para el Viernes Santo, allí me lo encontré y estuvimos hablando de nuestras cosas en común y ¿cómo? no, de la Semana Santa y de los últimos movimientos cofradieros, lo que le gustaba y lo que no le estaba gustando de las últimas innovaciones cofradieras; estaríamos más de media hora de charla amena y cuando me marché, llegó su hermano y se quedaron hablando de temas de su negocio. ¡Quién! me iba a decir, que sería la última vez que lo vería con vida, pues la tarde del día siguiente se lo llevó el Señor... Fatal día, para su familia, para su Hermandad y para la Semana Santa de Úbeda...
La mañana del siguiente -funesto- día me encontré con el Hermano Mayor de la cofradía de la Soledad, mi buen amigo Juan Moreno, y después de nuestro saludo correspondiente, me dice: ¡Pepe!, ¿sabes quién se ha muerto?, ¡Juan Vico!;... Me quedé de piedra, no me lo podía creer; le dije, ¿Juan?, ¿el de Acebuche?, me contestó: ¡el mismo!. Repito, no me podía creer. Le dije: es imposible, pero si ayer tarde, -como quien dice- estuve hablando con él, cuando fui a recordarle el encargo de los mencionados puritos americanos para los “niños de Jesús” del próximo Viernes Santo... Así es Pepe, una desgracia, en fin, es nuestro destino...Entristecido por la noticia seguí mi camino -cabizbajo y apenado por la noticia- para la escuela, pues ese día precisamente fui andando a la misma, -por estar el coche en el taller- y cuando salí sobre las doce horas y treinta minutos, lo primero que hice fue ir al tanatorio y allí lo vi, su cuerpo inerte y vestido con la túnica de la Soledad, y colgadas del cuello las dos medallas de la cofradía, una normal de cofrade y la otra, la medalla de oro de la cofradía que le fue impuesta por sus más de veinticinco años de trompetero. Al verme su hermano nos abrazamos y me dijo: ¡Pepe!, ¿quién? iba a decirlo después de estar hablando el otro día...
Decirles que Juan ingresó en la hermandad el 20 de marzo del año de 1976, tenía el número 99 y está enterrado en el mismo nicho de la Soledad junto a su padre.
El foro de Cruz de Guía se llenó de epítetos y llamadas, de pésames, y de recuerdos. Yo mismo, que llevaba mucho tiempo sin escribir (y que desde entonces no he escrito), a través del correo electrónico, te recordé y les di mi más sentido pésame a tu mujer y a tus hermanos.
Juan era un hombre que amaba su pueblo, sus raíces y sus tradiciones y en especial su Semana Santa, él, sin saber de música, como me comentaba, se compró una trompeta de pistones y tocaba de oído, ¿cuántas veces, lo hemos visto tocando la marcha a su Virgen de la Soledad?... Allí estará tocándole bonitas melodías a la mismísima Madre, junto a los ángeles y serafines, y junto a sus familiares y amigos estará contemplando nuestras procesiones, a todos, les contará las escalofriantes y emotivas subidas por la Merced a la reina de San Millán .
Les contaré que siendo yo Hermano Mayor de la cofradía de la Buena Muerte, él que entonces era hermano de ella, salió tocando el “silencio” a la salida del Cristo, así estuvo varios años... Juan por aquellas fechas regentaba el bar de la Casa de Cofradías, y desde allí llamaba a Radio Úbeda al programa de “saber de Semana Santa”, varios años se llevó el premio que otorgaba la Radio... Un “forofo” de su Semana Santa.
Buen cofrade, buena persona y aunque no era hombre de misas diarias, a su Virgen siempre que podía la visitaba; repito era amante de la Semana Santa y en especial sentía una gran devoción por Jesús Nazareno -como a mí me decía. ¿Pepe!, aunque yo no pertenezco a Jesús, pero para mí es el Patriarca de Úbeda y le tengo una devoción grandísima- y por su Virgen, ¡la Virgen de la Soledad!.. ¿Cómo le echamos de menos?
La Cofradía de la Columna organizadora de la concentración de Bandas de cabecera -las de toda la vida- de este año 2007, le tributó un homenaje y su hermano recibió un pergamino en la misma Plaza de Toros -entrega que realizó su actual Hermano Mayor don Antonio Latorre-.
“Juan desde estas páginas de la revista ¡JESÚS!, te mando un saludo allí donde estés, aunque sé que estarás durmiendo el sueño de los justos. Te diré que el año que nos dejaste -fatídico 2007-, para irte a tocar a la mismísima Madre, no salió tu Virgen querida, y ¿sabes porqué?; porque no quería que nadie le tocara tu marcha -en tu ausencia-. Pero, te diré más, ¡Ni salió tu Soledad del alma, ni salió Jesús, -al que tanta fe le tenías-!, amén de todas las cofradías del Jueves y Viernes Santo...Un desastre total, el Viernes Santo fue un día sombrío y apenado; además, la General tampoco salió y el magnífico teatro plástico de la Plaza de Santa María quedó vacío, fue una noche solitaria y triste... Amigo Juan un año para olvidar”.
Con mi recuerdo y mi amistad, saludo a todos los cofrades de la Soledad desde esta ventana.
Hoy en el día de los difuntos he subido este artículo en memoria suya, que fué publicado en el número 52 de la Revista JESÚS, año 2008.
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